Necesito tus Ojos
Miguel Ángel Cornejo
Quisiera tener, señor, unos ojos que me permitan comprender al mundo con todas sus contradicciones, sus maravillas y aberraciones, sus aciertos y sus absurdos.
Unos ojos que puedan entender por qué existen los violadores y criminales que pueden embrutecer y perder a tantos talentos jóvenes, promesas que se hunden entre las drogas y la masificación mental.
Ojos que me ayuden a entender la prostitución de los niños; que son usados y que pudren en sus manos lo que debería ser cristalina pureza.
Ojos que me permitieran comprender la soledad y el abandono de esos padres que dieron ayer su amor sin respuesta; y que hoy, un hijo exitoso, sin mirarlos, para siempre los deja.
Ojos que distingan la mirada de la venganza y el rencor de quienes se ensaña humillando y no detiene su odio hasta ver destruido a su enemigo.
Ojos que me expliquen por qué los padres no podemos percibir el anhelo de un niño por una caricia que alimente su espíritu, un consuelo en su tristeza que ennoblezca su alma.
Ojos que pudieran soñar; ojos que, abiertos a lo imposible, me respondan que sí lo puedo lograr; ojos que hagan resaltar de lo ordinario lo extraordinario; ojos que imaginen al mundo que yo deseo tener y que comprometan todo mi ser a que sí lo puedo lograr.
Señor, ¿existirán esos ojos en algún lugar del mundo? ¿Alguien podrá enseñarme a mirar lo que yo quiero ver?
Sé, en lo más profundo de mi ser, que los ojos de Dios en mí los podré encontrar. Señor, quiero tus ojos para comprender, amar y sentir la bondad del amor; necesito sentir too presencia en mi corazón.
Los ojos de Dios pueden ver el mal del mundo, pero también contemplan maravillados a esos pocos idealistas que entregan su vida para rescatar el niño en su abandono, al anciano en su soledad a impulsar a la juventud para que realice un mundo mejor, a quien perdona sin límites y nos da una caricia sin exigir deuda alguna, a quien puede amar a quien no conoce, a quien da lo mejor de sí, sin tener responsabilidad alguna. A ellos los ve Dios, a los hombres y mujeres que le han dado su tiempo, su vida por amor.
Ojos que observen a los que cada día contribuyen a realizar su creación, entregando su vida sin límites porque creen en el amor, y a ellos Dios no sólo los ve, sino que los guarda por siempre en su corazón. Enséñame, te lo suplico, para que aprenda a ver con tus ojos.
estA padre la lectura!!
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