La
teoría de Rogers es de las clínicas, basada en años de experiencia con
pacientes. Rogers comparte esto con Freud, por ejemplo, además de ser una
teoría particularmente rica y madura (bien pensada) y lógicamente construida,
con una aplicación amplia.
Sin embargo, no
tiene nada que ver con Freud en el hecho de que Rogers considera a las personas
como básicamente buenas o saludables, o por lo menos no malas ni enfermas. En
otras palabras, considera la salud mental como la progresión normal de la vida,
y entiende la enfermedad mental, la criminalidad y otros problemas humanos,
como distorsiones de la tendencia natural. Además, tampoco tiene que ver con
Freud en que la teoría de Rogers es en principio simple.
En este sentido, no es
solo simple, sino incluso ¡elegante! En toda su extensión, la teoría de Rogers
está construida a partir de una sola “fuerza de vida” que llama la tendencia
actualizante. Esto puede definirse como una motivación innata presente en
toda forma de vida dirigida a desarrollar sus potenciales hasta el mayor límite
posible. No estamos hablando aquí solamente de sobreviviencia: Rogers entendía
que todas las criaturas persiguen hacer lo mejor de su existencia, y si fallan
en su propósito, no será por falta de deseo.
Rogers
resume en esta gran única necesidad o motivo, todos los otros motivos que los
demás teóricos mencionan. Nos pregunta, ¿por qué necesitamos agua, comida y
aire?; ¿por qué buscamos amor, seguridad y un sentido de la competencia? ¿por
qué, de hecho, buscamos descubrir nuevos medicamentos, inventar nuevas fuentes
de energía o hacer nuevas obras artísticas?. Rogers responde: porque es propio
de nuestra naturaleza como seres vivos hacer lo mejor que podamos.
Es
importante en este punto tener en cuenta que a diferencia de cómo Marlow usa el
término, Rogers lo aplica a todas las criaturas vivientes. De hecho, algunos de
sus ejemplos más tempranos ¡incluyen algas y hongos! Piénsese detenidamente.
¿No nos sorprende ver cómo las enredaderas se buscan la vida para meterse entre
las piedras, rompiendo todo a su paso; o cómo sobreviven los animales en el
desierto o en el gélido polo norte, o cómo crece la hierba entre las piedras
que pisamos?
También,
el autor aplica la idea a los ecosistemas, diciendo que un ecosistema como un
bosque, con toda su complejidad, tiene mucho mayor potencial de actualización
que otro simple como un campo de maíz. Si un simple bichito se extinguiese en
un bosque, surgirán otras criaturas que se adaptarán para intentar llenar el
espacio; por otro lado, una epidemia que ataque a la plantación de maíz, nos
dejará un campo desierto. Lo mismo es aplicable a nosotros como individuos: si
vivimos como deberíamos, nos iremos volviendo cada vez más complejos, como el
bosque y por tanto más flexiblemente adaptables a cualquier desastre, sea
pequeño o grande.
No
obstante, las personas, en el curso de la actualización de sus potenciales,
crearon la sociedad y la cultura. En sí mismo esto no parece un problema: somos
criaturas sociales; está en nuestra naturaleza. Pero, al crear la cultura, se
desarrolló una vida propia. En vez de mantenerse cercana a otros aspectos de
nuestras naturalezas, la cultura puede tornarse en una fuerza con derecho
propio. Incluso, si a largo plazo, una cultura que interfiere con nuestra
actualización muere, de la misma manera moriremos con ella.
Entendámonos,
la cultura y la sociedad no son intrínsecamente malas. Es un poco como los
pájaros del paraíso de Papúa en Nueva Guinea. El llamativo y colorido plumaje
de los machos aparentemente distrae a los depredadores de las hembras y
pequeños. La selección natural ha llevado a estos pájaros a cada vez más y más
elaboradas alas y colas, de forma tal que en algunas especies no pueden ni
siquiera alzar el vuelo de la tierra. En este sentido y hasta este punto, no
parece que ser muy colorido sea tan bueno para el macho, ¿no? De la misma
forma, nuestras elaboradas sociedades, nuestras complejas culturas, las
increíbles tecnologías; esas que nos han ayudado a prosperar y sobrevivir,
puede al mismo tiempo servirnos para hacernos daño e incluso probablemente a
destruirnos.
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